Aquel aventajado alumno de los jesuitas que fue René Descartes (1596-1650), sentía angustia, en una primera etapa, ante la extensa pluralidad de opiniones que había entonces sobre hechos y fenómenos. "No hay cosa, por extraña que sea, que no haya sido dicha por algún filósofo". Claro está que Descartes llamaba filósofos a magos y zahoríes, a brujos y alquimistas, a nigromantes, ocultistas, cabalistas, videntes, encantadores, adivinos, hechiceros, pronosticadores y agoreros que tanto abundaban en aquel tiempo.
Y entonces Descartes mandó a parar: "Toda mi física no será más que geometría. Toda mi física no será más que mecánica". Para ello tendrá que separar y distinguir escrupulosamente entre materia y espíritu, entre cuerpo y alma. La materia deberá estar despojada de todas aquellas potencias misteriosas que no puedan ser representadas clara y distintamente y quedará reducida a extensión homogénea, continua e ilimitada, en la cual no se producen más que cambios geométricos de posición y figura.
Contra las fantasmagorías de la escolástica aristotélica degenerada que había poblado el Mundo de principios y de formas, de fuerzas semimateriales y semiespirituales, la Reforma Cartesiana, pone como condición previa de cualquier verdad científica, la eliminación de toda cualidad oculta, de toda idea que no sea clara y distinta.
Cuando en 1633, la Iglesia Romana condena a Galileo (1564-1642) por sus opiniones cosmológicas, Descartes decide posponer la publicación de su -también heliocéntrico- tratado cosmológico: El Mundo. Se publicaría póstumente con el sobretítulo Tratado de la Luz. Y es que para Descartes, el tema de la luz va a ser el sujeto primordial de la Física, muy acorde ello con el primerísimo papel que la Luz había tenido, según el relato bíblico, en la creación divina.
En la fisica cartesiana y mecanicista, los fenómenos relacionados con la luz debían ser asociados a modelos mecánicos. ¿Cómo podían entonces, bajo esos supuestos, ser explicadas las propiedades ya conocidas de la luz: la propagación rectilínea, la reflexión, la refracción y la génesis de los colores? La poderosa imaginación de Descartes se despliega en el tema de la luz y de los fenómenos relacionados con ella, y escribe sus resultados en la Dióptrica y en los Meteoros, en El Mundo y en los Principios de la Filosofía.
Y "se non é vero, é ben trovato". Huygens (1629-1695), aunque permaneciendo cartesiano en general, señalará en su Traité de la lumière (1690), las limitaciones del pensamiento cartesiano, los defectos de su mecanicismo y de sus ideas sobre la luz. Pero será Isaac Newton (1642-1723), el gigante de la ciencia moderna, quien en su Opticks, atacará duramente los excesos literarios-imaginativos del pensador francés y expondrá con su método experimental la fundamental teoría prismática de los colores, su principal contribución a la óptica por ser la primera explicación satisfactoria del fenómeno del color.
Luz, Visión y Colores en Descartes (entre Aristóteles y Newton). Seminario de la Luz IV by Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia on Scribd