Proyecto Bachillerato

Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia

El Pico del Teide

Llegados a la cumbre, nos asombramos no poco al ver que apenas había sitio para sentarnos cómodamente. Nos encontrábamos ante una muralla pequeña y circular hecha de lava porfídica con base de retinita, que nos impidió ver el interior del cráter. El viento soplaba con tanta fuerza del Oeste, que a duras penas podíamos sostenernos de pie. Eran las ocho de la mañana y estábamos ateridos de frío, a pesar de que el termómetro marcaba algo más de cero grados. Estábamos habituados desde hacía mucho tiempo a una temperatura muy alta, y el viento seco aumentaba la sensación de frío.

Por lo que al borde se refiere, el cráter del pico no tiene ningún parecido con los de la mayoría de los otros volcanes que he visitado. Por la cima discurre, en forma circular, una cresta o muralla que rodea al cráter, a modo de parapeto, tan alto que no permitiría llegar a la Caldera a no ser porque al lado Este hay una solución de continuidad originada, al parecer, por un antiquísimo derrame de lava. Por aquel intersticio bajamos al fondo del embudo, que tiene forma elíptica. Calculamos su anchura máxima en 97 metros, y la mínima, en 65.

Los bordes externos de la caldera son casi verticales; su aspecto es aproximadamente el de la Somma vesubiana vista desde el Atrio di Cavallo. Pasamos al suelo del cráter por una faja de lavas rotas que sube a la brecha del muro de circunvalación. El calor se sentía únicamente encima de algunas grietas, por las cuales brotaba vapor acuoso con un zumbido característico. Algunos de estos respiraderos o grietas se encuentran fuera del círculo del cráter, en el borde exterior del antepecho que lo rodea. Un termómetro metido en ellos subió de pronto de los 68 a los 75 grados. Indudablemente marcaba una temperatura después de retirarlo más elevada aún, pero no pudimos leer el instrumento hasta después de retirarlo, so pena de quemarnos las manos. Podría creerse que estos vapores, que salen a sacudidas, contienen ácido clorhídrico o ácido sulfúrico, pero si se dejan condensar sobre un cuerpo frío, no tienen ningún sabor especial, y la experiencia demuestra que tales fumarolas exhalan sólo agua pura.

He dibujado sobre el terreno la configuración interior del borde del cráter, tal como se ve cuando se baja por la brecha situada al Este. Nada más sorprendente que esta superposición de capas de lava, que presentan sinuosidades como las de las calizas alpinas. Estos enormes bancos son tan pronto horizontales como inclinados y ondulados, y todo parece probar que en otros tiempos la totalidad de la masa fue líquida, y que diversas causas perturbadoras cooperaron en dar a aquella corriente una determinada dirección. El borde Norte es el más alto; hacia Sudoeste, el muro se vuelve mucho más bajo, y en el extremo exterior hay adherida una enorme masa de lava escorificada. Hacia el Oeste, la roca aparece rota, y a través de una ancha hendidura se ve el horizonte del mar. Tal vez la fuerza de los vapores se abrió camino por allí en el momento en que el cráter rebosaba de la lava que subía del interior. La superficie del embudo prueba que desde hace milenios el volcán ha escupido fuego únicamente por los flancos. El suelo no se halla en el estado en que lo deja una erupción. Las dentelladas del tiempo y el influjo de los vapores han desmoronado las paredes y cubierto la cubeta de grandes bloques de lava petrificada.

Del Orinoco al Amazonas de Viajes y Aventuras, 2005.

Preguntas

  1. Haz una breve descripción del cráter del pico del Teide.
  2. ¿A qué temperatura están los vapores que salen por las fumarolas? ¿De qué gas se trata?
  3. ¿Qué le sorprendió a Humboldt en el interior del cráter?