Proyecto Bachillerato

Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia

La isla y el cometa

Mi presencia en la isla de Tenerife se supo rápidamente. La noticia se extendió como un reguero de pólvora, y la Montaña de Guajara, donde estoy instalado, nunca había visto tantos visitantes, pequeños y mayores. Algunos isleños vienen a merodear, con un poco de desazón, preguntándonos tímidamente si pueden mirar los instrumentos, les damos permiso con la condición de que no toquen nada. Luego se arman de valor y piden… un poco de agua. Por fin, solicitan información y algunas precisiones, exponen sus temores, preguntan por las probabilidades de una catástrofe, de un cataclismo final… Todos quieren saber por qué un científico europeo ha venido a instalarse en un lugar perdido, tan lejos…

De hecho, cada mañana, el astro crece y enseguida la formidable cola cruza el cielo hasta más allá del cenit. El apéndice alcanza y sobrepasa una longitud aparente de cien grados trazando en el fondo oscuro del cielo un resplandeciente surco luminoso. Cada noche, sin poderlo remediar, al entusiasmo provocado por este espectáculo sublime se añade una vaga y sorda angustia, ¿heredada quizá…?

Cada día, casi cada hora, aumenta este malestar. Pudimos comprobarlo cuando, en una excursión rápida, bajamos a 1.500 metros a visitar un pueblecito encantador, cobijado en un hueco de la montaña, a cinco horas de mula de nuestro solitario hogar. En cuanto llegamos a Vilaflor, unas siluetas se asomaron a las ventanas y, enseguida, unas voces inquietantes preguntaron al señor francés por el cometa malo. Pero nada puede tranquilizar a esa pobre gente, y nuestras palabras de sosiego se pierden en medio de la incredulidad general.

Por más que les enseñe a mis visitantes fotografías del cometa, por más que afirme (¿qué puedo saber yo?) que tienen una apariencia totalmente inocente, me enfrento a dos objeciones. Primero, no tengo autoridad suficiente para calmar a la multitud, de eso no cabe la menor duda. Además, por mucho que yo diga, piensan que un coletazo violento podría hacer que la Tierra perdiera el equilibrio, volcara y se desplomara. ¡Todo el mundo caería al fondo! No son personas incultas las que afirman tal cosa, ni mucho menos, pero, en cuanto a la rigidez de la cola es imposible tranquilizarlas. Por cierto, nunca he logrado que me explicaran dónde y cómo caería la Tierra. Y mi interlocutor se marcha, no sin haberme dicho lo sorprendido que está de que un padre de familia venga aquí, tan lejos de los suyos, para observar tal fenómeno. Se va, moviendo la cabeza… ¿Quién sabe?

Siglo XX, siglo e luz.

Impresiones y observaciones de un viaje a Tenerife, 2003, traducido por Clara Curell, Cristina G. De Uriarte y Maryse Privat. p. 98, L'importance historique de la Comète de Halley, Impressions et observations dans un voyage à Ténérife, Jean Mascart, París, 1910.

Preguntas

  1. ¿Qué es el cenit?
  2. ¿A qué tienen miedo los visitantes isleños de Mascart? ¿Por qué?