El principio de esta máquina consiste en imprimir a la flecha determinadas posiciones, cuyos ángulos con el mástil corresponden a valores determinados de antemano, y cuya observación a distancia conduce a la lectura del mensaje transmitido. El círculo ideal que describía la flecha en su movimiento, se consideraba dividido en cierto número de sectores, que correspondían a otros tantos números o signos del alfabeto. En el caso de la división de la circunferencia en 36 segmentos, la diferencia de uno a otro representa un ángulo de diez grados: las primeras 26 posiciones debían corresponder a las 26 letras del alfabeto, y las demás, a las nueve cifras.
Procedimiento de transmisión: El empleado del puesto de transmisión se sentaba al pie del mástil, y daba la vuelta al torno hasta que la punta del indicador se hallaba colocada encima de la ranura que llevaba la primera letra a transmitir. Entonces, paraba la marcha de la máquina, que quedaba frenada por el indicador. Debido al movimiento de las dos poleas, la flecha se hallaba parada en una posición que coincidía con la que se había designado de antemano, para significar la letra transmitida. En aquel momento, el observador miraba con el anteojo el mástil del puesto siguiente, en donde el otro observador debía reproducir la misma señal.
El ocular del anteojo había sido provisto con un hilo meridiano. Al obtenerse una letra determinada, el hilo del ocular tomaba automáticamente la misma posición que la flecha. Por lo tanto, si el observador del puesto siguiente había interpretado bien la señal, su propia flecha debía coincidir con el hilo del ocular del puesto anterior. Cualquier variación indicaba que se trataba de un error; entonces el primer empleado no modificaba la posición de su aparato, hasta asegurarse que el observador siguiente había corregido su error.
En los demás puestos de la red telegráfica, el observador se hallaba colocado entre dos anteojos, uno fijado sobre el puesto anterior, y el otro sobre el siguiente. Cuando el puesto precedente formaba una señal, el observador la examinaba con el anteojo, y daba la vuelta al torno hasta que el hilo de su ocular coincidía con la posición de la flecha del puesto precedente. Entonces, el observador miraba en el segundo anteojo, asegurándose que el puesto siguiente había leído correctamente su propia señal.
Sólo en caso de duda, el observador leía, al tiempo de la transmisión, las letras que pasaban bajo el indicador junto con cada ranura de la polea, y cuya sucesión le indicaba el contenido del mensaje.