La quema de Judas
La quema de Judas en Semana Santa
De haber llegado a La Laguna durante la Semana Santa y no después, hubiera sufrido un empacho de vestiduras, procesiones y cánticos de dolor. Aquí la religión exhibe toda la pompa a su disposición. Hay otro espectáculo que no podré presenciar. En los viejos tiempos, e incluso en años recientes, era costumbre confeccionar un muñeco parecido a nuestro Guy Fawkes, se le vestía con ropas solemnes y se le calzaban unas botas, se lo adornaba con petardos y buscapiés, y tras someterlo a toda clase de malos tratos se le prendía fuego. El muñeco era, por supuesto, Judas Iscariote.
La emotividad de la Semana Santa culminaba el Domingo de Pascua, cuando la gente llegaba a sentir un odio tan intenso al traidor, que descargaban todo su rencor y sed de venganza en la efigie, de la manera más realista. A veces, incluso se llegaba a construir una figura gigantesca, con un enorme hueco en el estómago, donde se introducían algunos gatos indefensos. Cuando el día de Pascua se procedía a la quema los gatos, naturalmente, comenzaban a proferir alaridos y a medida que avanzaban las llamas y crecía el torrente de insultos por parte de los espectadores, los gritos de los animales se tornaban diabólicos. Algunas pobres criaturas lograban escapar por algún boquete que el fuego abría en el muñeco antes de morir abrasados.
En La Orotava el holocausto solía concluir con el ruidoso arrastre de los restos calcinados hasta la costa. A su paso la gente azotaba al muñeco con todas sus fuerzas. Finalmente, lo que quedaba de él se amarraba a una barca, se lo llevaba mar adentro y se lo hundía lejos de las miradas del pueblo.
Charles Edwardes, Excursiones y estudios en las Islas Canarias, 1888
Traducción de Pedro Arbona Ponce