Las cárceles y la policía
Por desgracia no se puede entonar ninguna loa a las prisiones canarias. Dejan que desear tanto el lugar como el tratamiento y la vigilancia de los presos. El único consuelo es que el número de estos últimos resulta tan reducido que no hay muchos que sufran por su mal estado actual. La cárcel de Santa Cruz de Tenerife está en buenas condiciones. Antiguamente cumplían condena allí los delincuentes condenados a más de 16 meses. Este autor encontró allí un inventario de 136 presos. Hay un guardián por cada 10 presos, porque a estos se les emplea para trabajos en las vías públicas. Y perciben por ello una retribución de 4 cuartos. La ración diaria consiste en libra y media de pan y un plato de papas dos veces al día.
Probablemente no hay ningún otro sitio donde menos se vea y se perciba la policía como en Canarias. Y la razón de ello no radica tanto en su discreción o en que se vigile a distancia sino, sobre todo, en que el número de policías se reduce prácticamente a cero en comparación con la mayoría de las ciudades europeas. En tales circunstancias resulta difícil juzgar si es que en Canarias los delitos quedan impunes o si no se cometen y, por tanto, no hay necesidad de mayor fuerza policial. Normalmente la verdad está en el medio y eso mismo podemos decir de Canarias, cuya población, respetuosa con la ley y de carácter pacífico e ingenuo, además de con profunda conciencia de lugar pequeño, parece menos propensa que en otros sitios tanto a excesos policiales como a travesuras y desórdenes.
Julius von Minutoli, El pasado y el porvenir de las Islas Canarias (1854)
Traducción de José Juan Batista y Marcos Sarmiento