Pobreza y miseria
En esas benditas tierras hay también ricos propietarios, muy ricos; pero también reina allí una opresiva miseria. No faltan palacios ni quintas suntuosas; sin embargo, lo que domina son las chozas e paja o tierra y las cuevas, peores que corrales, donde viven muchísimas familias de indigentes. En las casas de la gente pudiente se tropieza uno con el bienestar que proporcionan el buen gusto, la elegancia y la limpieza de los países civilizados. Pero en las chozas de la gente pobre vuelve uno a un estado de naturaleza que recuerda la vida de los primitivos habitantes de estas islas. En los banquetes uno tiene para elegir entre la abundancia de las mesas copiosamente servidas, mientras hay miles de personas cuyo único alimento consiste en un puñado de harina tostada.
[…] El destino hace que unas personas naden en la abundancia y que otros se pudran en el infortunio. ¿Pero es una ironía del destino o una advertencia del cielo el hecho de que la opulencia conviva con la indigencia y la abundancia con la privación extrema o el que las chozas de tierra estén pegadas a los palacios? ¡No paséis tan raudos e indiferentes al lado de los desdichados! ¡Y no arguyáis que hay otros llamados a socorrer a los pobres! ¡Ni os ensalcéis por los peniques que arrojáis de mala gana a los mendigos! Hay muchos que son indignos, peor el hambre duele y hay mucha gente a la que le cuesta mendigar. Y nosotros tenemos suficiente para dar a los indigentes. Todos nosotros por igual, cada uno a su manera, según sus medios y fuerzas, estamos llamados a pensar sobre esto y a contribuir, tanto mitigando la necesidad de personas aisladas como ayudando a mejorar la situación de las clases menesterosas.
Julius von Minutoli, El pasado y el porvenir de las Islas Canarias (1854)
Traducción de José Juan Batista y Marcos Sarmiento