Prohibición de emigrar
En tales circunstancias es fácil de comprender que la clase trabajadora haya emigrado en masa: las familias porque, sobre todo tras una sucesión de años de sequía, se dieron cuenta de que a pesar de sus esfuerzos en el trabajo no obtenían lo suficiente para atender a las necesidades vitales mínimas; los trabajadores solteros y sin familia, porque se dieron cuenta de que por más esfuerzos que hicieran no adquirirían lo preciso para fundar una familia. […] Aquí, como en todas partes, el deseo de emigrar era fomentado por la especulación: por agentes que recorrían todo el país captando emigrantes mediante regalos, promesas o supuestas cartas de antiguos emigrantes, donde describían la buena fortuna de que gozaban en su nueva patria; por navieros que querían hacer negocio transportando emigrantes; por comisionistas que en Cuba, Puerto Rico y Sudamérica prometían reclutar esclavos blancos en vez de negros a cambio de determinadas cantidades; en suma, por todos aquellos intermediarios que ganaban con la emigración.
El Gobierno, bien por un sentimiento de compasión ante la triste, o por lo menos incierta, suerte de los emigrantes en el extranjero, bien temiendo que las Islas quedaran despobladas como resultado de la excesiva emigración, acabó prohibiéndola, en lugar de averiguar sus verdaderos motivos y actuar para evitarla. Pero las autoridades canarias protestaron contra esta prohibición, informando de que la población insular, en continuo aumento, necesitaba este desahogo para no verse enseguida sin trabajo y sin poder mantenerse. […] Sin embargo, como la emigración no solo persistía, sino que seguía aumentando en proporciones alarmantes y, además, ya no se reducía únicamente a la clase trabajadora, sino que alcanzaba sobre todo a la numerosa clase de los pequeños agricultores, de cuya laboriosidad y esfuerzo dependían enteramente el cultivo del suelo y las rentas de las Islas, por ello, de repente, el Gobierno español prohibió la emigración a Sudamérica y ponía muchas trabas y dificultades para ir a las colonias de ultramar.
Julius von Minutoli, El pasado y el porvenir de las Islas Canarias (1854)
Traducción de José Juan Batista y Marcos Sarmiento