Seda de La Palma
Sin duda la industria ha progresado, sobre todo en la isla de La Palma, en la que parecen haberla impulsado, ya muy pronto, algunas familias que habían emigrado desde Flandes y Brabante. Allí hay, pues, fábricas de seda, cuyos productos, tejidos con materias del país, no pueden compararse con los franceses ni en el brillo de sus colores ni en el acabado o la presentación, pero son mucho más fuertes y duraderos que estos. Cuando las isleñas se vestían más con ropa de seda que de lana y cuando el tráfico comercial con el continente sudamericano estaba aún en todo su apogeo, se encontraba estas fábricas en estado floreciente. Todavía antes de la paz de 1815 este ramo de la industria daba ocupación a casi mil familias en toda la provincia; funcionaban más de 60 industrias sederas, en las que se tejían de 25.000 a 30.000 yardas de tafetán, sarga y otras telas. Y además de estas había otros mil telares de seda, que se encargaban de elaborar seda torcida, medias, guantes y algunos millones de yardas de cintas de seda.
Antiguamente no bastaba la seda cultivada en La Palma para cubrir la demanda de las fábricas locales, por lo que debía traerse más, todos los años, de Tenerife y La Gomera. Pero esta época floreciente ha pasado y difícilmente volverá, ni siquiera aunque se restablezcan de nuevo los contactos entre las Islas y las provincias sudamericanas. Actualmente casi no tienen trabajo las industrias sederas de La Palma y de Icod, en Tenerife; las pocas telas que elaboran se destinan exclusivamente al consumo interno que, por otra parte, ha disminuido mucho desde que la gente se ha convencido de que las prendas inglesas de algodón prestan el mismo servicio, siendo mucho más baratas.
[…] Sustancias para teñir las telas no faltan: en efecto, además de la cochinilla, cuyo cultivo empezó hace poco, se encuentran en la mayoría de las islas y en estado silvestre la orchilla y otros musgos tintóreos, la gualda, el zumaque, el alazor y el glasto. Sin embargo, las demás sustancias tintóreas deben importarse del extranjero.
Francis Coleman Mac-Gregor, Las Islas Canarias (1831)
Traducción de José Juan Batista