La vestimenta de Tenerife
El vestido de los habitantes de Tenerife ofrece algunas particularidades. El calzón de los hombres, de tela blanca, es relativamente estrecho y cae más debajo de la pantorrilla. Su sombrero, de fieltro, presenta largas alas planas. Los días de fiesta llevan chaqueta, especie de americana de paño, que apenas les llega a la cintura. Por delante y por detrás de cada una de las piernas del pantalón cae un trozo de paño negro, que produce, sobre la tela blanca, un efecto singular. Las polainas de cuero y los zapatos sin tacones completan el vestido de gala. También habría que añadir un gran bastón, del que muy raramente se separa el hombre tinerfeño.
Las mujeres, aparte de la falda y del delantal de algodón, llevan una blusa ajustada, enriquecida con mangas largas, y por encima, un pañuelo que termina en punta, tanto por delante como por detrás. Pero lo que se cubren con el mayor cuidado es la cabeza. Un pañuelo viene a sujetarse bajo la barbilla; después un gran chal de lana les cubre toda la cabeza y cae hacia atrás; finalmente, encima de todo eso se pone un sombrero de paja minúsculo, con el fondo plano, que les sirve para poner la carga, que tampoco sabrían llevar de otra forma. No debo olvidar el cordón de lana o la correa de cuero que les cuelga al lado. Es un amuleto, bendecido por el cura, que debe preservarlas de todos los males y abrirles las puertas del cielo.
René Verneau, Cinco años de estancia en las Islas Canarias (1891)
Traducción de José Antonio Delgado Luis