Viajeros del siglo XIX en Canarias

Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia

Cocheros de Las Palmas

Arriero de Gran Canaria, 1895 Arriero de Gran Canaria, 1895 En Tamaraceite todos los cocheros que vienen de la capital hacen su primera parada para que sus caballos descansen y para humedecerse el gaznate. El cochero canario es un tipo especial. Campechano con todos los viajeros, buen chico en el fondo, tiene que hacer un trabajo increíble en cada subida. Lo verán levantarse de la silla, gesticular, agitar su látigo y dar fuertes gritos a sus caballos, que tienen siempre nombres muy poéticos. Si los caballos avanzan con dificultad el hombre tendrá el aire de un epiléptico y sus gritos no tendrán nada de humano. Se comprende entonces que este ejercicio, repetido con frecuencia, seque la garganta del desgraciado, que en cada parada siente la necesidad de refrescarse con… ron o ginebra.

Por otro lado, no es avaro, pues lo comparte con sus caballos y para darles ánimo les sopla en los belfos un vaso de ron tan grande como el que él se ha bebido. El viajero es quien paga, así que no le importa gastar. Entre nosotros, los franceses, el cochero considera la propina una cosa hecha. En Canarias he encontrado un método mejor. Primero bebe a cargo de aquel a quien conduce, sin perjuicio de la gratificación obligatoria.

René Verneau, Cinco años de estancia en las Islas Canarias (1891)

Traducción de José Antonio Delgado Luis