Viajeros del siglo XIX en Canarias

Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia

Excursión

El día 23 por la mañana salimos para el otro lado de la isla. Una vez que uno asciende la árida ladera escarpada junto a la ciudad, se inicia una suave y agradable pendiente. Vimos casas de campo que nos atraían con sus ricos jardines frutales, grupos de castaños y palmeras solitarias alrededor de los campos de cultivo y al fondo las ascendentes lomas cubiertas de bosque hasta la Cumbre, que configuran Buenavista como uno de los paisajes más admirables de las Islas.

Cumbre Nueva, 1908 Cumbre Nueva, 1908 La familia Massieu salió para invitarnos a cenar. Prometimos ir a saludarlos en el camino de vuelta. Pasamos por delante de varias casas de campo, costosos muros ajardinados, alamedas de castaños y ciruelos. Llegamos al pie de la montaña y a los bosques por algunos barranquillos y ascendimos bruscamente entre castaños, y luego entre fayas y viñátigos. El camino serpentea en un zigzag empinado entre laureles umbrosos y sobre rocas cubiertas de hierba con un aspecto más nórdico de lo habitual. Atravesamos un bosque de brezos [Erica] colosales, vimos Perado [acebiño, Ilex canariensis] entre la niebla.

Nos sentimos alegres y con agradables recuerdos marchamos hacia la Cumbre Nueva, donde aparece, por contraste, otro paisaje que nos recuerda la naturaleza volcánica y seca de las Islas. A nuestros pies se encuentra un gran circo rocoso, hacia la izquierda el volcán de Tacande, con sus largas coladas de lava, que llegaron al mar y cubrieron Fuente Santa [error de Smith], hacia la derecha una abertura y el camino mejor transitable hacia abajo, hacia la famosa Caldera de Taburiente, objetivo de nuestra caminata.

Es un lugar casi inaccesible, elogiado por sus múltiples maravillas, donde los guanches [benahoaritas] encontraron refugio seguro y de donde Alonso de Lugo sólo consiguió sacarlos con traicioneras promesas. Todo parece negro y seco, el pino es el único árbol en las montañas y hay brezo hacia la Cumbre. Abajo, en el circo rocoso hay grandes llanuras arenosas.

Christen Smith, Diario del viaje a las Islas Canarias (1815)

Traducción de Cristina Hansen