Viajeros del siglo XIX en Canarias

Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia

Paisajes

La Caldera constituye la curiosidad más notable de La Palma. Es una enorme cuenca elíptica, cruzada en su interior por numerosos arroyos y barrancos y cercada de paredes rocosas casi verticales, muy erosionadas y polícromas. Estas paredes caen a pico casi 1200 metros, pero después sus cortantes prominencias se van ensanchando hasta formar unas lomas menos pronunciadas que se hunden en los barrancos. La mayoría de estas lomas están pobladas de vegetación, utilizándose algunas para que paste el ganado. Allí, entre estas últimas, ciertas cuevas sirven de morada veraniega para los pastores y de corral para el ganado; sin embargo, no hay ni una sola casa permanentemente habitada en toda esta impresionante caldera.

Labradores palmeros Labradores palmeros […] En una de esas lenguas de tierra se encuentra el Charco Verde, la única fuente de aguas termales que se mantiene en La Palma. Pero, a pesar de su nombre, no debe creerse que sus alrededores sean verdes: este se refiere al color verdoso que presenta el agua en las dos o tres pocillas artificiales en que se recoge el manantial. El agua es límpida y de un sabor no desagradable; a pequeños intervalos suben a la superficie algunas grandes burbujas de ácido carbónico. La fuente está al nivel del mar y refleja los movimientos de la bajamar y la pleamar. Sin guardar ningún orden se agrupan en torno al manantial los establecimientos termales, una suerte de celdas sin techo y levantadas con cantos de lava; sin duda el mejor hotel de la zona es una cueva que se encuentra por allí cerca. Resulta difícil distinguir las celdas habitadas por personas de las de los mulos, pues en todas ellas se muestran pruebas seguras de que los bañistas han comido huevos, lapas y burgados, pero también de que allí ha habido animales. Lo único verde que crece por los alrededores son las secas plantas costeras y sólo a cierta distancia se deja ver la hermosa Salvia canariensis, de hojas rojas.

Karl von Fritsch, Las Islas Canarias: Cuadros de viaje (1867)

Traducción de José Juan Batista y Encarnación Tabares