Viajeros del siglo XIX en Canarias

Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia

Cueva prisión

Toda la corriente de lava que se extiende desde La Oliva hasta el mar está llena de cuevas que estuvieron habitadas por los antiguos pobladores. En Tejate existen algunas de varios centenares de metros, que me han proporcionado una variedad de objetos interesantes. Un a de ellas estuvo a punto de servirme de prisión Una abertura muy estrecha me había permitido penetrar con grandes esfuerzos. Cerca de la entrada no podía avanzar sino arrastrándome de rodillas. Después de haber recorrido de esta forma 100 o 150 metros, encontré un pasaje todavía más estrecho, cerrado en los laterales por muros de piedras colocadas allí intencionadamente. Esperando hacer buenos hallazgos más adelante franqueé el pasaje arrastrándome. En un momento me encontré encerrado como en un torno y un bloque se separó de la bóveda. Apenas había atravesado este paso estrecho se derrumbó, cortándome la salida.

Me encontraba encerrado en una cueva amplia que contenía numerosos restos de alimentos: conchas comestibles, huesos de cabras y ovejas, etc. Removí por completo los desperdicios, que formaban en el suelo una capa espesa, sin percatarme de que mi última bujía se terminaba. De repente me encontré en la oscuridad más completa, sin saber cómo iba a salir de esa prisión. Después de haber buscado a tientas una salida, vi un delgado hilo de luz que penetraba a través de un desprendimiento. Supuse que podría ser la antigua entrada, pues era imposible admitir que el camino que acababa de recorrer hubiera sido utilizado antiguamente. No me equivoqué en mi hipótesis, Después de una hora de trabajo había excavado un pequeño hueco, que aunque no me permitía salir me daba ciertas esperanzas de que se oyeran mis llamadas. Ya había llenado la cueva de fragmentos y no podía retirar más piedras. Mis hombres, que me estaban buscando desde hacía más de una hora, se hallaban convencidos de que había tenido un accidente. Acudieron a mis gritos y me sacaron de aquella incómoda situación.

René Verneau, Cinco años de estancia en las Islas Canarias (1891)

Traducción de José Antonio Delgado Luis