Las teorías del siglo XVIII
La interpretación literal de los textos bíblicos, mediante las cronologías allí recogidas, daba a la Tierra una edad de pocos miles de años. En Los anales de la Tierra (1650) el arzobispo irlandés James Ussher estimó que había sido creada el año 4004 a.C. Sin embargo, desde Erasmo de Rotterdam se había comenzado a estudiar la Biblia desde una perspectiva histórica y filológica que desechaba la verdad literal de los textos. En De solido (1668) el naturalista holandés Nicolás Steno expuso los principios de superposición y horizontalidad primitiva de los estratos, apuntando a una dimensión más extensa del tiempo geológico. Ya por esta época algunos estudiosos que trataban, como el propio Steno, de reconciliar la duración de los procesos geológicos con el relato bíblico, sostuvieron que los días de la Creación debían considerarse como una metáfora de las épocas geológicas.
Hacia 1730, el diplomático y naturalista francés Benoît de Maillet, en una obra de ficción filosófica titulada Telliamed, propuso desde una perspectiva neptunista, en función del descenso del nivel del océano primitivo, una edad de dos millones de años para la Tierra; no se atrevió a publicarla, cosa que encomendó a su albacea. En 1755 el filósofo Inmanuel Kant, basándose en la física de Newton, escribió_ Historia general de la naturaleza y teoría del cielo_, donde planteaba dos novedosas hipótesis: que el sistema solar se había formado a partir de una nebulosa y que muchas nebulosas eran cúmulos de estrellas; ambas sugerían un tiempo más vasto para la historia del universo.
En 1779 el conde de Buffon, naturalista francés famoso en toda Europa por su monumental obra Historia Natural, publicó Las Épocas de la Naturaleza, donde a partir de cálculos sobre el enfriamiento progresivo de la Tierra, mediante extrapolaciones a partir de experimentos con bolas de hierro, determinó su edad en unos 75.000 años. Sin embargo, sabemos por algunos de sus manuscritos inéditos que había calculado que la existencia de seres vivos tenía que remontarse al menos a 1.500.000 años, pero no se atrevió a publicar esa conclusión tan heterodoxa, pues ya había tenido problemas con la Iglesia Católica cuando en su primer tomo de la Historia Natural había estimado la antigüedad del globo en 50.000 años.
En 1785 el geólogo escocés James Hutton publicó su Teoría de la Tierra, donde defiende una concepción temporal cíclica de los procesos geológicos que remite a lo que llamó “tiempo profundo”, una enorme e indeterminable antigüedad del planeta. La observación de las nebulosas llevó al astrónomo William Herschel a postular en su artículo Sobre la construcción de los cielos (1785) una dimensión temporal para la formación del universo que debería medirse en millones de años. Gracias a las observaciones de Herschel, el físico y matemático francés. Pierre-Simon de Laplace, en su obra Exposición del sistema del mundo (1796) pudo reformular con mejores datos la hipótesis nebular: sostuvo que el colapso gravitatorio de una nebulosa había formado el Sol y que los planetas eran el resultado de la fusión del material que orbitaba en torno a él. Estos procesos exigían un tiempo muy vasto.