El plutonismo
James Hutton (1726-1797) puede ser considerado el padre del plutonismo, nombre que deriva de Plutón, el dios romano del mundo subterráneo, dada la importancia que esta teoría concede al calor interior de la Tierra como causante de fenómenos geológicos. El interés del naturalista escocés por la geología provenía de su estudio de los suelos agrícolas y de los factores que los afectaban.
En su principal obra, Teoría de la Tierra, expuso su visión de una naturaleza diseñada por el Ser Supremo para hacer habitable el planeta. Hutton era uniformista, es decir, consideraba que las leyes que gobernaban los fenómenos geológicos del presente eran las mismas que en el pasado, lo cual permitía estudiar fenómenos remotos a la luz de los actuales. Su modelo del funcionamiento de la Tierra era cíclico: el calor interior levantaba las montañas y volcanes que luego iban siendo erosionados; los materiales se depositaban en el mar formando estratos sedimentarios que se consolidaban por efecto del calor y la presión; la fuerza expansiva del calor volvería a producir levantamientos de tierras y así sucesivamente. Esta imagen del planeta era mucho más dinámica que la visión de Werner.
Hutton distinguió entre lavas auténticas y lavas subterráneas, para señalar si eran extrusivas o intrusitas. Su estudio de las rocas whinstones (basaltos y doleritas) de su comarca natal, lo convenció de que eran de origen ígneo e intrusivo. Extendió esa idea al origen del granito, para demostrar lo cual tenía que evidenciar que no era resultado de una precipitación sedimentaria sino que había emergido de las profundidades de la corteza terrestre. Consiguió encontrar filones de granito intrusivo, lo que probaba que era más joven que las rocas que los rodeaban, por lo que no podía ser considerado como una roca primitiva. La tesis del origen ígneo del granito no fue aceptada por muchos vulcanistas, pero la tesis huttoniana que levantó una polémica que duraría más de un siglo fue la de hacer retroceder el origen de la Tierra mucho más allá de lo que la cronología bíblica certificaba.