El neptunismo
Durante la Ilustración, en la segunda mitad del siglo XVIII, los estudiosos de la Tierra, influidos por el espíritu científico promovido por Francis Bacon, René Descartes e Isaac Newton, intentan demostrar de manera inductiva sus concepciones generales sobre el globo terrestre, acumulando observaciones empíricas en apoyo de sus teorías. Dos grandes relatos se presentarán como alternativas para explicar el origen de la Tierra: el neptunismo y el plutonismo.
El principal defensor del neptunismo fue Abraham Werner (1749-1817), profesor de mineralogía en la Escuela de Minas de Freiberg, en Prusia, desde donde consiguió, a través de sus alumnos, expandir por toda Europa sus ideas sobre geognosia, como él llamaba a lo que hoy se denomina geología. Imagina que en los tiempos más antiguos el planeta estaba totalmente cubierto por las aguas, una idea procedente del médico danés Nicolás Steno (1638-1686), que en su Discurso preliminar sobre los sólidos contenidos de manera natural en un sólido _había propuesto la existencia de un océano universal primigenio para explicar la existencia de fósiles a grandes alturas y los estratos formados por sedimentación. Esta idea, que concordaba con el mito cristiano del diluvio universal, fue popularizada en Alemania por _Protogaea, obra del filósofo Wilhelm Leibniz, escrita en 1691, pero que no se publicaría sino de forma póstuma en 1749, el año de nacimiento de Werner.
Los primitivos y más profundos estratos rocosos se produjeron por precipitación química de ciertas sustancias sólidas, formando granitos, gneis, esquistos, etc. El progresivo descenso de las aguas, que se filtraban hacia el interior de la Tierra o se perdían por evaporación, hizo que se fueran formando un segundo tipo de terrenos, llamados de transición, originados en parte por precipitación química y en parte por procesos mecánicos de sedimentación, constituidos por calizas, doleritas, etc; son terrenos con escasos fósiles. Posteriormente se depositaron los terrenos estratificados, originados por sedimentación mecánica y con abundancia de fósiles, como lignitos y basaltos. A continuación se formaron sedimentos poco cohesionados, como arcillas y areniscas. Finalmente se superpusieron los materiales volcánicos, como lavas y tobas, puesto que para Werner la actividad eruptiva era un fenómeno reciente en la historia del planeta.
Dada la importancia que esta teoría atribuía al agua fue llamada neptunismo, en honor del dios griego del océano. Para explicar algunos hechos que parecían no ajustarse a su esquema estratigráfico Werner se vio obligado a postular que el océano primitivo había sufrido períodos de elevación, volviendo a cubrir zonas ya emergidas. Su teoría gozó de gran prestigio en Europa durante varias décadas, pues diversos trabajos de campo parecían confirmarla. El naturalista suizo Horace de Saussure (1740-1799) había comprobado en los Alpes que los núcleos de las montañas estaban formados por rocas cristalinas mucho más antiguas que los estratos superpuestos; el atormentado plegamiento de los estratos más viejos sugería que habían estado sometidos a grandes cataclismos. Lo mismo había comprobado el naturalista alemán Peter-Simon Pallas (1741-1811) en sus investigaciones sobre la cordillera de los Urales.