Carta a John Herschel, 1836
Junio de 1836
[…] Post-scriptum. En relación al origen de nuevas especies me satisface ver que piensas que es probable que ocurra mediante la intervención de causas intermedias. Esto lo dejé para que se dedujera, pensando que era mejor no ofender a cierta clase de personas poniendo en palabras lo que sería sólo una especulación. Pero los críticos alemanes me han atacado vigorosamente diciendo que al impugnar la doctrina de la generación espontánea sin sustituirla por nada no les he dejado sino la intervención directa y milagrosa de la Primera Causa cada vez que surja una nueva especie; y por lo tanto he eliminado mi propia doctrina de las revoluciones, llevadas a cabo mediante un sistema regular de causas secundarias. No he despilfarrado tiempo en controversias con ellos o con otros, excepto modificando algunas opiniones o expresiones en las nuevas ediciones y fortaleciendo otras; de este modo he ahorrado tinta y en conjunto he sido tratado suavemente por los críticos.
Cuando llegué por primera vez a la conclusión, que no he visto expresada en ninguna parte, aunque sin duda ya ha sido pensada antes, de una sucesión de extinciones de especies y la creación de otras nuevas como un proceso permanente en la actualidad y durante un período indefinido del pasado y que continuará en las edades por venir, todas ellas por adaptación a los cambios que deben continuar en la tierra inanimada y habitable, la idea me golpeó como la más grande que he concebido, en cuanto atañe a los atributos de la Mente Suprema. Porque uno puede en su imaginación convocar ante sí mismo al menos un breve pasado de las circunstancias que deben contemplarse y preverse antes de poder decidir qué poderes y cualidades debe tener una nueva especie para ser capaz de pervivir un tiempo dado y jugar su papel en la debida relación con todos los otros seres que deben coexistir con ella. Podría ser necesario, quizá, ser capaz de saber en qué cantidad estaría representada dentro de diez mil años, tanto como para Babbage averiguar cuál es el lugar de cada rueda en cada movimiento de su nueva máquina de calcular.
Puede verse que, a menos que se tomen algunas ligeras precauciones adicionales, las especies que surgirían en una época dada se reducirían a una cantidad muy pequeña. Debe haber mil modos de asegurar su pervivencia después de ese tiempo; uno, por ejemplo, sería el volverse más prolífica, pero esto quizá presionaría demasiado a otras especies en ciertas ocasiones. Por ejemplo, si hubiera un insecto que en una de sus transformaciones pudiera asemejarse a un palo, o a una hoja, un liquen, una piedra, tanto como para que sus enemigos lo encontraran menos fácilmente; o en caso de que esto lo hiciera demasiado fuerte, una variedad ocasional de la especie podría haber conseguido esa ventaja; o si todavía esto fuera excesivo, uno de los sexos de una variedad. Es probable que difícilmente haya una pizca de color en las alas o el cuerpo cuya elección haya sido arbitraria o que no afecte a su duración a lo largo de miles de años.
Me han dicho que las expansiones del abdomen y patas en forma de hoja de ciertas mantis brasileñas van cambiando del verde al amarillo según avanza el otoño, al unísono con las hojas de las plantas en las que buscan sus presas. Así que si las especies surgen de modo sucesivo, tales estratagemas deben producirse algunas veces y tales relaciones predeterminadas entre especies, como entre la Mantis, por ejemplo, y plantas todavía no existentes, pero que estaba previsto que existirían juntas en algún clima particular en un tiempo dado. Pero no puedo hacer justicia a esta cadena de especulaciones en una carta, y diré tan sólo que me parece ofrecer un tema más bello para el razonamiento y la reflexión que la noción de grandes lotes de especies todas surgiendo a la vez y después desapareciendo a la vez.