El primer viaje a América
En julio de 1841 los Lyell arribaron a Boston. Charles había sido invitado a impartir las Conferencias Lowell en otoño y su intención era estudiar la geología de las zonas costeras de Nueva York y Pennsylvania, así como negociar asuntos concernientes a la edición americana de sus libros. Puesto que su fama le precedía, en todas las escalas del viaje encontraba expertos locales encantados de acompañarlo a mostrarle los lugares de mayor interés. En New Haven fue Benjamin Silliman, el editor del American Journal of Science, y en Nueva York el joven profesor James Hall, con quien viajó desde Albany hasta las cataratas del Niágara. Al observar los vastos estratos casi horizontales, ricos en fósiles, Lyell se percató de la tranquilidad de los antiguos mares en que se habían depositado y la gran variedad de seres vivos que los habían poblado.
Allí se dio cuenta de que desentrañar la historia geológica del Río San Lorenzo arrojaría mucha luz sobre la historia del continente, pues aunque las cataratas eran jóvenes, los estratos silúricos que atravesaban eran muy antiguos.
Luego se dirigió a Connecticut para estudiar los estratos de carbón, comprobando que muchas especies de plantas fósiles eran idénticas a las de los estratos de carbón en Inglaterra. Continuó hacia New Jersey para visitar los estratos de marga cretácicos y terciarios, siguiendo hasta el valle del río Schuylkill para analizar la serie de estratos de los montes Apalaches, donde constató que las series cámbricas, silúricas y devónicas, recientemente delimitadas en Gran Bretaña por Murchison y Sedgwick, se correspondían con las formaciones locales. En Pennsylvania recorrió los extensos yacimientos de carbón y visitó minas de antracita; le sorprendió la similitud de sus estratos de carbón con los de Gales y comprobó nuevamente la gran coincidencia de los fósiles con los de las cuencas inglesas y alemanas. De vuelta en Boston, impartió las conferencias Lowell en el Teatro Odeón, a lo largo de cuarenta días, a razón de dos distintas por semana, repetidas en días consecutivos. Parece ser que no era un excelso orador, por su lentitud y estilo dubitativo, pero la claridad y coherencia de sus conocimientos conseguían mantener la atención del público.
Siguieron viaje en tren hacia el sur con la intención de estudiar la correspondencia entre los estratos del terciario americano y el europeo, para saber si la clasificación de Lyell era válida para el Nuevo Mundo. En la arenisca de Connecticut vieron huellas de grandes aves antiguas; con el tiempo se sabría que eran de dinosaurios. En Washington visitaron la recién creada Smithsonian Institution. Hizo sus primeros trabajos de campo sobre los estratos terciarios en Virginia y luego en ambas Carolinas y Georgia, dedicando mucho tiempo a la recolección de fósiles: conchas, corales, huesos de peces, dientes de tiburón. Desde Savannah y Charleston, cuyos alrededores exploraron a conciencia, emprendieron el viaje de regreso hasta Filadelfia.
Lyell estaba especialmente interesado por analizar los estratos que algunos geólogos de la zona atribuían a un período intermedio entre el Cretácico y el Eoceno, hipótesis que descartó tras este largo viaje por los estados sureños. Consideró que las formaciones geológicas del Terciario en Estados Unidos eran análogas a las europeas y que gran parte de sus especies fósiles eran idénticas o meras variantes locales de los mismos géneros. Se había convencido de que toda la costa sur se había elevado desde el fondo marino en períodos geológicos recientes, aunque experimentando breves lapsos de subsidencia. Había notado que las llanas marismas costeras terminaban en riscos escarpados que señalaban la línea de los antiguos acantilados de la costa, lo que evidenciaba la existencia de períodos de reposo entre los episodios de levantamiento.
Durante su estancia en Estados Unidos, y especialmente en el sur, el tema de la esclavitud es recurrente en el diario de Mary y la correspondencia de Charles. Su posición es ambivalente. Les sorprende encontrar, sobre todo en las grandes haciendas, esclavos que parecen vivir en mejores condiciones que los siervos ingleses; en otros lugares ven esclavos mal alimentados y harapientos. Les llama la atención el contraste entre el desarrollo económico del norte –ciudades, industrias, medios de transporte, infraestructuras- y el atraso comparativo del sur, con una economía agropecuaria. A su juicio, el sistema esclavista era una de las causas principales de esa llamativa diferencia. Les parecía un error mayúsculo la legislación sureña que prohibía enseñar a leer y a escribir a los esclavos, con el objetivo declarado de evitar revueltas.
En Filadelfia Lyell ofreció durante seis semanas, ante una audiencia de 400 personas, un curso de doce conferencias, similar al de Boston, aunque incluyendo algunos de los conocimientos adquiridos durante su estancia americana, como los relativos a la formación de las cataratas del Niágara, los yacimientos de carbón de Pennsylvania y la elevación general de la costa este. Con expertos locales estuvo identificando y clasificando las conchas fósiles que había recolectado en el sur. La siguiente escala fue Nueva York, donde repitió el mismo curso, abreviado a ocho conferencias. En Boston asistió a la convención anual de la Asociación de Geólogos Americanos. Allí se enteró de que un artículo anónimo, en un periódico de Albany, lo acusaba de apropiarse del trabajo de los geólogos americanos para la futura publicación de un libro sobre América; a través de otros colegas supo, para su sorpresa, que había sido escrito por su amigo James Hall.
En mayo los Lyell se dirigieron a Ohio, para visitar sus grandes yacimientos de carbón. Viajaron por tierra hasta Pittsburgh, donde pudieron admirar el espesor de su veta, y descendieron en vapor por el río Ohio hasta Cincinnati, donde analizó los estratos del Carbonífero. Le sorprendió encontrar fósiles del Silúrico perfectamente conservados en estratos de rocas sedimentarias que parecían haberse formado en las profundidades oceánicas, lejos de tierra. Cerca de allí, en Springfield, le extrañó encontrar depósitos glaciares de acarreo, con cantos y bloques, pues no había encontrado ninguno en los Apalaches. Siguieron hasta Cleveland, en el lago Erie, donde recorrieron los Lake Ridges, dos lomas de cinco metros de altura que se extendían hacia el este y oeste en paralelo a la orilla del lago, a una distancia de media y una milla, respectivamente; Lyell las reconoció como antiguas líneas de playa en tiempos en que las aguas tenían un nivel superior.
Estudió nuevamente las cataratas del Niágara, esta vez desde el lado canadiense, y llegó a la conclusión de que el río había corrido en el pasado a unos cien metros por encima de su nivel actual, antes de excavar su cauce, lo que daba una clara idea de la violencia que podían alcanzar los procesos recientes de erosión fluvial. Examinando las múltiples lomas que circundaban a diversas distancias el lago Ontario, que los expertos locales consideraban pruebas de que la región de los Grandes Lagos había sido en el pasado un mar interior, Lyell pensó más bien que eran antiguas líneas de costa del mar abierto, evidenciando sucesivas elevaciones de América del Norte. En Montreal y Quebec los Lyell pudieron apreciar la intensa rivalidad entre la mayoría francófona y la minoría anglófona. Desde allí regresaron a Boston y se embarcaron hacia Halifax.
Seis semanas pasó Lyell estudiando la geología de Nueva Escocia, pues se hallaba especialmente interesado en sus yacimientos de carbón, y pudo comprobar, además, los efectos de los glaciares. En los estratos carboníferos de Joggins encontró numerosos troncos de árboles fósiles, cuya posición perpendicular indicaba que habían crecido allí mismo, en bosques que ahora eran carbón. En Pictou conectó con Henry Bayfield, capitán de un barco hidrográfico y coleccionista de conchas fósiles, quien le mostró los ejemplares característicos de la zona de los Grandes Lagos y del valle del río San Lorenzo. En los acantilados de Shubecanadie pudo examinar estratos yesíferos, que dató en la parte inferior de las formaciones carboníferas. A mitad de agosto los Lyell se embarcaron hacia Liverpool, dando fin a su largo primer viaje por América.