Los años de formación
Charles Lyell nació el 14 de noviembre de 1797 en la mansión familiar de Kinnordy, parroquia de Kirriemuir, condado de Angus, Escocia. Su padre era abogado, aunque su posición social le permitió cultivar una duradera afición a la botánica. La familia se trasladó poco después a New Forest, cerca de Southampton, donde Lyell pasaría su infancia, aunque volvían todos los veranos a su hacienda escocesa. Tuvo nueve hermanos, dos varones y siete hembras. Ingresó en 1805 en la escuela elemental de Ringwood; de 1808 a 1810 estudió en un colegio de Salisbury y luego en otro de Midhurst. Durante los veranos en Escocia acompañaba a su padre a recolectar especies botánicas e insectos.
En 1816 fue admitido en el Exeter College de Oxford. Por entonces, la enseñanza de las ciencias tenía poca presencia en la formación universitaria; la mayoría de los científicos no eran profesores, sino estudiosos independientes. Las obras de Aristóteles seguían siendo la principal fuente educativa. De modo ocasional se impartían cursos de conferencias sobre temas científicos, como el que dio William Buckland sobre mineralogía en 1817, que fue el comienzo del interés de Lyell por esta materia. Otro profesional que influyó sobre él en esta etapa juvenil fue el amigo de su padre James Sowerby, que a la sazón estaba escribiendo The mineral conchology of Great Britain, disciplina que sería una herramienta fundamental en el trabajo como geólogo del Lyell maduro.
En 1817 pasó tres semanas en el estuario del Yare, donde pudo comprobar la interacción entre la sedimentación fluvial y la marina; unos meses después realizó su primer viaje de interés geológico, a la isla escocesa de Staffa, conocida por los basaltos columnares de la cueva de Fingal, famosa por la descripción que Joseph Banks había hecho de ella. Desde junio a octubre de 1818 realizó con su familia un largo viaje por Francia, Suiza e Italia; en su correspondencia quedan huellas de la profunda impresión que le produjeron los paisajes alpinos y el efecto de los desplazamientos de los glaciares. En 1819 fue aceptado como miembro de la Geological Society de Londres y de la Linnean Society. En esta época empezó a padecer frecuentes dolores de cabeza y a tener problemas con la vista, lo que le supondría pocos años después una seria dificultad para continuar con el desempeño de la abogacía.
En agosto de 1820 emprendió con su padre un largo viaje de tres meses hasta Italia, pasando por Francia, Bélgica, Alemania y Austria. A su vuelta se concentró en sus estudios de leyes, que le exigían asistir a juicios en la corte londinense. En una de sus breves excursiones para estudiar la geología del sudeste de Inglaterra conoció a Gideon Mantell, un cirujano aficionado a la paleontología, descubridor del iguanodonte, que lo introdujo en el estudio de los fósiles y su relación con los estratos geológicos. En octubre de 1821 obtuvo su título de “Master of Arts” por la Universidad de Oxford. La lectura, en 1822, de la obra de Conybeare y Phillipps Outlines of the Geology of England and Wales supuso un poderoso estímulo en el desarrollo de su afición, animándolo a proseguir sus excursiones geológicas, visitando Sussex, Kent y la isla de Wight.
A finales de 1822 encontramos a Lyell trabajando como “barrister”, abogado especialista en presentar los litigios ante los tribunales. Con el objetivo de aprender francés viaja en el verano de 1823 a París, llevando cartas de presentación para Cuvier, Humboldt y otros insignes naturalistas. En compañía de Constant Prévost estudia la cuenca de París, donde se alternan los estratos continentales y marinos del Terciario, con abundancia de fósiles. En otoño retornó a Londres para proseguir con sus ocupaciones jurídicas. En 1824, en su condición de secretario de la Geological Society, se encargó de supervisar el primer volumen de sus Transactions. Durante el verano y el otoño trabajó sobre las calizas de agua dulce y los depósitos de marga en Forfarshire, cerca de su Kinnordy natal, lo que dio lugar a la publicación de su primer artículo científico, en las Transactions de 1826, donde afirmaba que las rocas y fósiles de los sedimentos recientes de los lagos escoceses eran muy similares a los de las antiguas formaciones de agua dulce de las cuencas de París y Hampshire.
Las presiones de su padre, que aún tenía varias hijas casaderas, instándolo a dedicar más tiempo a los asuntos legales para contribuir a la economía familiar, parecen haber sido la causa decisiva de que Lyell dimitiera como secretario de la Geological Society y se entregara a su profesión de leguleyo. Siguió, sin embargo, haciendo breves excursiones a sitios geológicos de interés y aprovechaba sus estancias veraniegas en Escocia para cultivar su afición al coleccionismo de insectos. Escribió varios artículos bien pagados para la Quarterly Review, revista conservadora de política y cultura, en la que escribían figuras tan prominentes como el poeta Robert Southey, el novelista Walter Scott y el ensayista Charles Lamb. Algunos versaban sobre enseñanza e instituciones educativas y otros eran reseñas de obras científicas, como la que hizo sobre Geology of Central France, de George Scrope. Por entonces conoció a su futuro suegro, Leonard Horner, pedagogo reformista que había fundado la Escuela de Artes de Edimburgo y la Edinburgh Academy, dos instituciones con programas educativos innovadores. Se hallaba en Londres para participar en la creación de la University College School, de la que iba a ser nombrado supervisor. Era un apasionado de la geología y miembro fundador de la Geological Society.
A finales de 1827, año en que ingresa en la Royal Society, en vista de sus escasos ingresos como abogado concibe el proyecto de escribir una obra general sobre geología y comienza a negociar con quien será su editor toda la vida, John Murray. Lo indujo a ello la lectura de la Filosofía zoológica de Lamarck, que le causó una profunda y favorable impresión. La relación entre la forma de las especies fósiles y de las especies vivas semejantes se convierte en uno de sus temas fundamentales de reflexión. Por esas fechas escribe en su cuaderno de notas: “La naturaleza no es reposo, sino guerra. No es descanso, sino cambio. No es preservación, sino sucesiva producción y aniquilación”.