En 1816 llegaba de París el joven arquitecto y dibujante francés Auguste Montferrand. Betancourt incorporó al Comité de Construcciones a Montferrand, que formaría parte del equipo de arquitectos bajo cuya supervisión se construyó la catedral de San Isaac. Betancourt pidió a Montferrand que hiciera algunos bocetos sobre la catedral. Éste confeccionó un pequeño álbum con 24 dibujos, que al ser presentados al Emperador, fueron de su agrado.
Montferrand invirtió todo el año 1817 en el proyecto definitivo. En abril de 1818, Betancourt da instrucciones a Montferrand sobre cómo deben llevarse a cabo las cimentaciones de San Isaac. En el verano de 1818, el ingeniero comienza a construir los andamios y los mecanismos de elevación.
Montferrand, además, dirigía bajo el mandato de Betancourt la oficina de dibujo del Comité de Construcciones y Obras Hidráulicas.
El ingeniero incorporó a Montferrand al proyecto de la feria de Nizhni Nóvgorod para que plasmara sus ideas en los planos de forma gráfica. Como Montferrand estaba ocupado en la construcción de la catedral de San Isaac en San Petersburgo, su primera visita a Nizhni Nóvgorod no se produjo hasta julio de 1822.
Betancourt, a su muerte, dejó a Montferrand su mejor legado, sus máquinas y dispositivos, que le permitieron terminar el gran templo de San Isaac.
Montferrand realizó el proyecto a partir del cual fue ejecutado el grandioso monumento de 6,85 metros de altura que se erige sobre la tumba de Agustín de Betancourt. Pasado el tiempo, en agosto de 1852, Montferrand escribe al hijo de Betancourt, Alfonso, reconociendo haber sido un simple albañil a las órdenes de su padre, Agustín.