Viajeros del siglo XIX en Canarias

Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia

Recolectando ejemplares

El puerto de Arrecife no sólo aparentemente es el mejor, sino el único de las Islas Canarias que garantiza suficiente abrigo, debido a su ubicación y contorno natural. Por lo general se lo suele señalar como puerto doble, a saber: como el Puerto de Arrecife, situado directamente detrás de la ciudad, y como el Puerto de Naos, contiguo a aquel por la parte nororiental. Como verdadero puerto, especialmente también para embarcaciones mayores, sólo entra en consideración el segundo, mientras que los charcos poco profundos situados delante de Arrecife, que con marea baja quedan en gran parte al descubierto, a lo sumo ofrece refugio a pequeñas barcas.

Todas estas formaciones portuarias deben su origen a arrecifes y acantilados de lava a modo de islotes situados frente a las ensenadas de la playa y rodeados por charcos de mayor o menor tamaño. Los huecos entre estos acantilados representan las puertas naturales de entrada al puerto. Ahora bien, el umbral de la entrada que conduce desde mar abierto al puerto principal, el Puerto de Naos, es muy poco profundo, debido a los acantilados que hay ocultos bajo el agua. Y mientras que con marea alta aquella entrada es, en general, bien transitable, en marea baja los acantilados salen a la superficie de tal modo que las olas rompen encrespándose, por lo que durante ese período cierran totalmente el paso. Además, aunque por otro lado es muy espacioso ha perdido bastante profundidad a causa de la acumulación de arena en el fondo y parece estar en vías de un enarenamiento progresivo

Pero precisamente estas circunstancias, que también debían de ser de gran importancia para nosotros, echaron por tierra las grandes esperanzas que inicialmente habíamos depositado en estas tranquilas y abrigadas aguas en relación con nuestros intereses zoológicos. Pues los animales pelágicos en los que en parte habíamos fijado la atención a la hora de elegir el lugar, evitan las zonas poco profundas y las aguas de la charca, a menudo turbias por la arena revuelta, de manera que sólo los encontramos raras veces y en tales casos como desviados fortuitamente de su rumbo

Richard Greeff, Reise nach den Canarischen Inseln (1868)

Traducción de Marcos Sarmiento Pérez