Viajeros del siglo XIX en Canarias

Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia

Apañar

Hurtos

Guarda (Harold Lee, 1888) Guarda (Harold Lee, 1888) No se puede cazar sin permiso, lo que no impide que los chicos de 14 años cacen de forma furtiva ante las barbas de los guardias provinciales. Igualmente está prohibido apoderarse de los bienes ajenos y, sin embargo, el número de merodeadores es incalculable. Los campesinos tienen una confianza tal en sus vecinos que conciben una cantidad de procedimientos para salvaguardar lo que les pertenece. He visto enterrar al pie de los árboles pencas de tuneras salvajes con sus largas espinas, resistentes como el acero. Otros hacen trampas y hay quienes untan sus mejores frutas con sustancias nocivas, prefiriendo perderlas antes que se las coman los ladrones.

No emplee esta palabra en Gran Canaria. Los campesinos la encontrarían muy fea. Han imaginado un eufemismo para designar sus hurtos. Coger algo de otro, cuando se tiene necesidad, no es robar, sino apañar; como quien dice, meter algo en sus bolsillos o en la camisa. Me apresuro a decir que aunque los pequeños hurtos de madera, frutas, hierbas, etc, son diarios, es muy raro ver robos importantes. El canario es profundamente honrado y se le puede confiar lo que sea con la certeza de que no será malversado. Esta afirmación parece contrastar con lo precedente y, sin embargo, no es así. El campesino le tiene horror al robo, pero repito que ha cogido la costumbre de no considerar como algo reprensible hurtar algunos objetos determinados. Irá y tomará una cierta cantidad de grano en la era de su vecino, pero se guardará bien de coger dos cuartos.

René Verneau, Cinco años de estancia en las Islas Canarias (1891)

Traducción de José Antonio Delgado Luis