Viajeros del siglo XIX en Canarias

Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia

Hoteles de Las Palmas

En la ciudad de Las Palmas hay cuatro hoteles, dos regentados por súbditos ingleses y dos por españoles. En la época estival no suelen llenarse en su totalidad, pero a medida que el invierno se acerca la ocupación aumenta, por lo que los propietarios tienen que abrir una, dos, tres o el número de casas privadas anexas suficiente para poder acomodar a tantos huéspedes. Estos caravasares son bastante cómodos, siempre que lo sean sus instalaciones, pues se encuentran entre lo antiguo y lo moderno, combinando las más desagradables condiciones higiénicas con los últimos adelantos sanitarios. La comida es abundante y exquisita, aunque para saborear la ternera es necesaria una gran capacidad muscular. Sin embargo, este defecto se ve gratamente compensada por la abundancia de fruta dispuesta en todas las comidas en todos los hoteles, al igual que en la mesa de los habitantes más pobres de la isla. Con el tiempo uno se aficiona tanto al deleite de los plátanos, naranjas, higos y uvas que abandona la ternera sin pena alguna. El vino del país está siempre presente en la mesa, exento de pago, en todas las comidas y a todas horas. Las mesas crujen bajo las fuentes repletas de fruta, cualquiera que sea la época, y las flores sonríen en todas direcciones: el más perfecto festín de colores que la vista puede disfrutar.

Los hoteles españoles cuestan cinco chelines al día y el precio incluye alojamiento, comida, atención al cliente, acceso a los salones, pasillos y azoteas. Los caseros ingleses, por su parte, cobran a determinados huéspedes una cantidad que asciende a más de ocho chelines. Los clientes que se quedan una larga temporada gozan de una reducción del precio. Las familias que deseen alquilar una casa para ellas solas, por razones económicas o de reclusión, o por ambas, lo tienen bastante sencillo, pues el elevado número existente en todas las islas les permite hacerlo donde deseen. Pueden llevar consigo desde Inglaterra ropa de cama, almohadas cómodas, cuchillos, tenedores, cucharas y tantos enseres como puedan transportar, incluyendo objetos voluminosos, como camas, sillas, mesas, pieles de oveja curtidas y tapetes de piel de cabra, y prácticas esteras de paja. No se recomienda llevar alfombras. El clima y la comodidad que la urbe ofrece son artículos de lujo. En pocas semanas se pueden aprender las nociones de español necesarias para realizar las gestiones más elementales.

John Whitford, Las Islas Canarias, un destino de invierno, 1890

Traducción de Jonay Sevillano