Viajeros del siglo XIX en Canarias

Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia

Pardelas en Lobos

Pardela, Puffinus assimilis Pardela, Puffinus assimilis La pequeña isla de Lobos parece el último cono de erupción nororiental de Fuerteventura: está situada en el estrecho de la Bocaina, a corta distancia, a unos dos kilómetros de la playa de arena de Corralejo. En la formación de las dunas de Corralejo colaboran también unas acumulaciones de arena calcífera que se encuentran frente al extremo sur de la isla de Lobos, con lo que se puede pronosticar que con el curso del tiempo esta arena acabará por cubrir aquel estrecho, que ahora solo cuenta con 7 brazas 812,8 metros) de profundidad, y Lobos estará unida a Fuerteventura como lo está la isleta a Gran Canaria. El islote está compuesto por un cráter semiderruido y un campo de lavas que da lugar a un terreno ondulado y que surgió de la misma erupción que formó el cráter.

La vegetación se limita casi exclusivamente a tabaibas (Euphorbia regis Jubae), algunas quenopodiáceas arbustivas y hermosas limonáceas de flores rojas, además de numerosos líquenes. El aprovechamiento principal de la isla consiste en la caza de grandes pardelas grisáceas (Puffinus cinereus), que habitan durante el verano este y los demás islotes deshabitados. Tales aves anidan y empollan en cuevas que, a veces, encuentran en medio del campo de lava o que, más habitualmente, ellas mismas desentierran escarbando en la arena que cubre la lava.

[…] Estas aves trogloditas emigran en otoño, pues su existencia en tales cuevas durante la época de lluvias no les resultaría acogedora. Durante el día las pardelas revolotean sin alejarse mucho de sus cuevas y durante la noche se resguardan en estas, de las que salen, obligadas a agacharse por su poca altura, para saludar la mañana con su estridente graznido, tan característico. La caza de las pardelas se lleva a cabo por la noche y con la ayuda de hurones, antes de que estas emigren a sus cuarteles de invierno.

Karl von Fritsch, Las Islas Canarias: Cuadros de viaje (1867)

Traducción de José Juan Batista y Encarnación Tabares