Paisaje de cumbre
Desde estas alturas se disfruta de una panorámica sobre las bellezas de la caldera: sobre escarpadas paredes rocosas se ven los picos con forma de obeliscos del Roque Nublo y el Bentayga; los pequeños núcleos locales de población están sitos en el fondo del valle, en medio de palmerales y bosquecillos de almendros; allá arriba, por encima de la zona donde crecen las palmas, se divisa incluso Tejeda; y las retamas (Genista canariensis) esparcen el aroma de sus flores amarillas por las pendientes y laderas que ya no son aptas para el cultivo de los almendros. En este valle se ha conservado la vestimenta tradicional: los hombres llevan largos capotes blancos, a modo de jubones, que se ciñen a la cintura mediante una faja roja, en la que se mete el cuchillo canario, con forma de puñal.
[…] Por tanto preferí marchar de regreso a Agaete, pasando por la aldea de trogloditas que era Artenara, el lugar habitado más alto de la isla. La iglesia, que amenazaba ruina inminente, es el único edificio levantado con muros en Artenara, pues los habitantes viven en cuevas excavada sen la blanda toba volcánica de color marrón que encontramos en los acantilados de las paredes del barranco de Tejeda, quizá para dejar todo el terreno llano como campos de cultivo. De esta misma toba es también la fachada de las viviendas, las cuales, por regla general, solo presentan una puerta y no tienen ventanas. En las paredes de las viviendas se han excavado alacenas, donde se colocan los enseres domésticos. Una cortina bonita sirve para que no se vea la cama, como es habitual en Canarias. El piso, que tiene unos canalillos para que pueda subir el agua en caso de lluvia persistente, no está entablado, sino simplemente cubierto con esteras confeccionadas con hojas de palma. Tales esteras, que se tejen en Gran Canaria, son muy hermosas y se exportan también a las otras islas. No siempre es posible encontrar mesas y sillas donde sentarse, soliendo servir para tal menester arcas y cajones. Los habitantes de los pueblos canarios comen normalmente recostados o acuclillados en el suelo; también la escudilla de madera con el gofio para todos los comensales y la olla con el puchero se ponen en el suelo.
Karl von Fritsch, Las Islas Canarias: Cuadros de viaje (1867)
Traducción de José Juan Batista y Encarnación Tabares