En camello por Lanzarote
Un enorme hombre de pelo denso se mueve de un lado a otro y elevándose del mismo modo que un péndulo desde su base veo un cuello largo, estrecho y curvo, que primero baja y luego sube hasta terminar en la cabeza. El hocico y la frente están al mismo nivel que la giba. El pelo espeso y poblado de la frente y las orejas cortas parecen las de un perro de Terranova. La posición horizontal del hocico, a la misma altura que la frente, hace que los ojos miren hacia abajo oblicuamente y esto, unido a los párpados medio cerrados le dan esa mirada cínica que tan frecuentemente se le atribuye al camello.
[…] La forma de andar de un camello provoca un doble movimiento del cuerpo, ninguno, sin embargo, adecuado para los ángulos del cuerpo humano, sino que lo mueven, por así decirlo, en diagonal. Tras estudiar un poco la mejor manera de sentarnos, hemos llegado a la conclusión de que se debe tratar el paseo en camello como si se fuese en un carro irlandés. El cuerpo debe moverse siguiendo los movimientos del camello y balancearse con él. Si se intenta permanecer erguido, no solamente será fatigoso para el camello, sino que puede hacer que los asientos sean peligrosos. Nos costó un par de días familiarizarnos con montar en camello y resultó no solamente cómodo, sino menos fatigoso que montar a caballo.
Teníamos mucho tiempo para mirar alrededor; tomar notas era muy fácil; podíamos conversar, ya que sólo estábamos a un pie o dos de distancia y, con una pequeña cesta colocada en la giba entre los listones de madera, podíamos almorzar cuando quisiésemos. Sé que mucha gente no creerá que escribimos, y mucho menos que comimos, suspendidos de un camello, ya que se pensará que es demasiado difícil e incómodo. Nosotros realmente disfrutamos de nuestro paseo a camello y lo recordamos con placer. Un ronzal de cuerda alrededor del cuello del camello es lo único que lleva para guiarlo y una grupera de cuerda para impedir que la montura se deslice hacia delante constituye todo el arnés, a menos que se quiera incluir como parte de él una campanilla pendiente de su cuello y que produce un suave tintineo.
Olivia Stone, Tenerife y sus seis satélites (1887)
Traducción de Juan Amador Bedford