Montañas de Fuego
A lo largo de varias colinas de lapilli llegamos rápidamente a las verdaderas Montañas de Fuego, que con otras montañas eruptivas muestran, de modo similar al Teide, huellas de un fuego todavía latente. En diversos lugares, especialmente en las grietas transversales, se siente el fuerte calor. Hay azufre cristalizado y un poco de vitriolo, hermosas sinterizaciones de sílice. Rodeando un gran cráter ascendimos hasta su cima, que parecía como incrustada y que apenas podía tocarse en ningún lugar por el calor. Desde allí teníamos una vista panorámica casi completa sobre toda la erupción, que se extendió en línea de este a oeste, desde El Golfo hasta San Bartolomé. Von Buch contó doce conos eruptivos. Había conos aislados esparcidos por fuera de ese alineamiento.
Donde en el pasado estaba Santa Catalina, el mayor de los once pueblos destruidos, hay ahora cuatro colinas. Alrededor se ve el enorme flujo de lava fundida, que aquí cubre una tercera parte de la isla, pero solo dos estrechas coladas avanzan hacia el sudeste; la colina más alta de la isla se encuentra en este lado y las montañas de erupciones submarinas continúan un largo trecho en la dirección opuesta. A lo largo del borde meridional de la lava se encuentran varios de los pueblos más fértiles que se han construido en la isla. La negra arena de lapilli, que al principio se consideraba un desierto no cultivable, produce un suelo de lo más rico. Por esta razón se planta en Yaiza mucha viña. Se cavan grandes agujeros en forma de embudo en el lapilli. Se acomodan las parras hacia arriba por los lados, evitando el efecto destructivo del viento del nordeste. Del mismo modo recultivan moras, higueras, incluso olivos.
[…] La colada de lava de Tahiche es más fácil de transitar de lo que sospechábamos. Ocupaba una extensión tan llana que no se había retorcido fragmentándose y formando salientes dentados, como es habitual, sino que en su mayor parte estaba entera y con forma regular. Von Buch creía que por ello debía haber muchas cuevas debajo. No se veían ya las grandes aglomeraciones de olivino tan características de la lava entorno a los volcanes centrales y tan habituales bajo el basalto; von Buch no había visto antes esta forma de lava en ningún sitio.
Christen Smith, Diario del Viaje a las Islas Canarias (1815)
Traducción de Cristina Hansen