Viajeros del siglo XIX en Canarias

Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia

Puerto de La Orotava

Puerto de la Cruz, 1911 Puerto de la Cruz, 1911 El Puerto de la Orotava fue una vez una ciudad comercial de cierta importancia y era célebre por su vino, pero gran parte del comercio la abandonó hace unos cincuenta años y sus calles, en las que crece la hierba, no se ven ahora muy alteradas por movimientos mercantiles. Sin embargo, el risueño valle en el que está situada la compensa por esa gran inactividad.  […] Como Santa Cruz, el Puerto de la Orotava también tiene una Plaza de la Constitución, a veces conocida por el nombre menos aristocrático de los Camarones. Es un lugar bastante agradable que tiene la forma de un rectángulo, del que tres lados están rodeados por casas bien construidas y pintorescas, y el cuarto se encuentra abierto al mar; el paseo está sombreado por árboles y provisto de numerosos asientos de piedra para el uso de holgazanes. Retirándose hacia el paseo marítimo, donde el oleaje rompe fuertemente debajo de una vieja batería con un cañón oxidado, a ambos lados se ve una pequeña bahía con una playa de brillante arena negra. Estos son los fondeaderos del puerto y están tan expuestos a las tormentas repentinas, que no es probable que el curioso y pequeño fuerte que protege uno, ni el baluarte de infantería que defiende el otro, entren en acción para rechazar el armamento enemigo.

En los días de fiesta y de los santos, esta plaza se halla atestada por los campesinos de los alrededores, quienes después de misa exhiben en ella sus pobres vestidos a sus vecinos y a los ciudadanos. En estas ocasiones se montan casetas en la plaza, en las que se venden comestibles, bebidas, santos de hojalata y tonterías parecidas. Y la calle cercana a la iglesia está adornada con flores y ramas de árboles. Por las tardes hay bailes, y el punteo de la guitarra y el agudo sonido de la flauta atraen a una infinidad de ociosos. Aquí se puede ver interpretar la grave y solemne zarabanda, el bullicioso fandango y ocasionalmente el canario, el baile de los antiguos guanches. A medida que pasan las horas de la noche y la alegría crece con más rapidez, algunas parejas se levantan y ejecutan el zapateo.

Alfred Burton Ellis, West African Islands (1885)

Traducción de José Antonio Delgado Luis