Consecuencias del viaje a Madeira
En la quinta edición de su Manual of Elementary Geology (1855) Lyell describió la cordillera de volcanes centrales de Madeira, donde en las zonas cercanas a los puntos de erupción las escorias, tobas, brechas y aglomerados abundaban más que las capas de lava sólida, proporción que se invertía en las áreas más alejadas. Todas las erupciones habían ocurrido en tierra, porque todos los materiales expulsados conservaban sus anfractuosidades; ni habían sido pulidos por el agua ni contenían vestigios de conchas marinas.
El lecho de hojas que encontraron en San Jorge mostraba igualmente que la erupción que lo sepultó había ocurrido en tierra. En la obra incluyó una sección de Madeira, de norte a sur, dibujada a escala, mostrando la concentración de diques en la zona central y algunos conos jóvenes cercanos a la costa sur.
Lyell consideraba posible que las erupciones posteriores hubieran producido un mayor escarpe de las coladas primitivas de lava, fenómeno sustancialmente distinto al de los levantamientos de estratos horizontales desde el fondo marino mediante cataclismos, la teoría propugnada por von Buch y Beaumont. Estos no tenían en cuenta el fenómeno de acumulación gradual de rocas volcánicas en tierra como consecuencia de sucesivas erupciones volcánicas, porque no les parecía que pudiera alcanzar una magnitud relevante. Lyell especulaba con que a la vez que los volcanes centrales se hallaban en erupción también los conos laterales subordinados estaban arrojando ríos de lava en las zonas costeras. En su cuaderno anotó:
Por tanto, cuando la montaña está fisurada y distendida durante las erupciones laterales, las grietas pueden quedar rellenadas con materiales fundidos inyectados desde abajo y pueden producirse cambios de forma y de posición en las zonas antiguas durante el crecimiento de las nuevas.