Equiuros
El primer estímulo para el presente trabajo lo obtuve en la isla canaria de Lanzarote en 1867. En los últimos días de mi estancia allí, cuando ya nos preparábamos para partir, los pecadores trajeron un gusano verde, de singular configuración, que habían encontrado con marea baja entre los bloques de lava de la playa y que, para mi sorpresa, resultó ser uno de los animales del tipo de los Bonellia que sólo conocía de ilustraciones y descripciones. Durante largo rato observé aquella interesante criatura, cuyo cuerpo, en forma de pepino, alternando ininterrumpidamente, ora se extendía pródigamente, ora se encogía hasta casi formar una esfera, torciéndose y batiendo hacia arriba y abajo su singular apéndice en forma de cuchara.
Con la esperanza de dar acaso con la explicación sobre la misteriosa reproducción de los Bonellia y equiuros, particularmente sobre los órganos genitales masculinos de los primeros, en vano buscados hasta la fecha, decidí, tras realizar algunos bocetos de aquel animal de tipo protista, cuya figura cambiaba de minuto en minuto, proceder a su inmediata disección. Ya con el primer corte brotaron de su cuerpo, que se contraía vigorosamente, las amarronadas asas intestinales y, entre estas, tubos blancos lechosos que, como me demostró el examen al microscopio, estaban rebosantes de masas de espermatozoides en vivo movimiento. ¡Los machos echados en falta en los Bonellia por fin quedaban descubiertos!
Aun cuando aquella esperanza resultó ser engañosa, dado que el equiuro de las Islas Canarias, posteriormente descrito por mí como Thalassema baronii, no ofrece nada divergente en el sentido indicado y, sobre todo, no guardaba relación alguna con el Bonellia viridis y su extraño dimorfismo sexual, puedo calificar aquel hallazgo, no obstante, como uno de los más felices que he realizado pues, con independencia de la forma animal nueva en ciertos aspectos, me adentró en una serie de ulteriores y estimulantes investigaciones sobre los equiuros, cuyos resultados presento ahora a los colegas especialistas.
Richard Greeff, Die Equiuren (1879)
Traducción de Marcos Sarmiento Pérez