La magia de la ciencia
Naturalmente se fabula y fantasea permanentemente sobre nosotros; en opinión de la mayoría de los arrecifeños nuestra zoología no es más que un simulacro y el verdadero objeto de nuestra estancia aquí es espiar la isla, ¡pues el gobierno prusiano tiene la intención de conquistar con su flota las Islas Canarias! Según otra versión, ¡somos espías franceses! Desde que se ha hecho público que no somos católicos tampoco se nos considera ya cristianos, y además nuestros instrumentos, microscopios, etc., ¡nos han dado fama de verdadera brujería! Dado que se nos había vaticinado con toda seguridad que nuestros baños diarios, o mejor dicho, nocturnos en el mar en esta época del año nos matarían irremisiblemente y, sin embargo, nos encontramos muy bien tomándolos, debemos estar protegidos por un ungüento mágico contra toda enfermedad, y muchos han venido ya a consultarnos desde distintas partes de la isla.
En suma, desde que aparecemos en la calle o en la fonda los habitantes de Arrecife nos observan y saludan con una sensación especial, mezcla de profundo respeto, espanto, admiración y aversión. Principalmente los niños tienen el mayor de los miedos de los “alemanes blancos” y salen corriendo hacia sus casuchas cuando nos dirigimos a la playa al anochecer. En cambio, nuestro barquero, que nos atiende con gran destreza, se siente muy halagado por su elevada profesión.
Ernst Haeckel, Reise nach den Kanarischen Inseln 1866/67 (1923)
Traducción de Marcos Sarmiento Pérez