Fisonomía y carácter del canario
Es indudable que en las Islas, especialmente en La Palma, La Gomera y El Hierro, pero también en los montes de Tenerife y en los valles de Gran Canaria, el pueblo aborigen ha perdurado en una proporción bastante más elevada de lo que normalmente se cree. La comparación del español de Canarias con el de la Península lo demuestra claramente. La forma alargada de la cabeza y la cara, el color del pelo, frecuentemente castaño y rubio, las largas extremidades y una fisonomía familiar, que recuerda más a los vascos o bretones que a los romanos, son indicios de ello; pero aun así, de menos peso que el carácter, totalmente diferente.
El canario es sensible y lleno de comprensión hacia los deseos ajenos, servicial, extrovertido, charlatán, pacífico; libre de cualquier exageración en cuanto al sentido del honor y de toda tendencia bélica; libre de pasiones políticas y de cualquier actitud violenta o, incluso, sangrienta; le es ajeno todo deseo de revoluciones o pronunciamientos. En cambio, prefiere la vida natural, es amigo de las plantas, las conoce a todas por sus nombres y, donde puede, se rodea de ellas; es casero, con muchos hijos, nada arrogante ni orgulloso. El isleño reúne una serie de características que faltan en el resto de los españoles, que se singulariza por tener las contrarias.
En cambio, al isleño le falta el ardor y la energía, la obstinada tenacidad y el estoicismo que se advierten en el peninsular. El isleño es de materia blanda y sus carencias parecen ser más bien las de un carácter débil que las de uno fuerte. Si se aparta en pequeñas cosas de la verdad es más por cortesía que por interés. No obstante, aun así, la Historia demuestra que defiende su patria con heroísmo.
Hermann Christ, Un viaje a Canarias en primavera (1886)
Traducción de Karla Reimers Suárez y Ángel Rodríguez Hernández