Norias en Antigua
Antigua da la impresión de ser un oasis en el desierto, no porque el campo que la rodea sea desértico, sino porque una hondonada, que podría ser un cauce si lloviese, atraviesa el pueblo, haciendo que todo este verde. Aquí han perforado innumerables pozos con norias y el suelo, tan fértil, ligeramente surcado por los arados de madera, produce, mediante un riego abundante, tres cosechas al año. De pie, sobre una ligera elevación en el lado norte del cauce, el paisaje que se extiende ante nosotros tiene un aspecto muy oriental. Cerca de cada noria- contamos unas diez o quince- hay un estanque donde se almacena el agua del pozo. Palmeras de todas clases surgen en el valle, que casi no posee ningún otro árbol. Había unos dromedarios arando la fértil tierra roja y grupos de pequeños pájaros volaban alrededor de los estanques o cantaban sus dulces canciones posados sobre piedras o muros.
El agua es ligeramente mineral o, como la llaman aquí, salina, lo que no impide que se utilice para todo. La extraen de los pozos de forma muy primitiva. Dos ruedas dentadas, encajadas entre sí y formando un ángulo recto, giran mediante un palo sujeto a un dromedario que da vueltas con los ojos tapados. Cerca de la rueda mayor, la más baja, se encuentra una caja o barril. Una escala sin fin construida con cuerdas, con cajas de latón o madera en lugar de escalones, sube pasando por encima del barril en el punto más alto, vaciando su contenido continuamente dentro de él, de manera parecida a como las dragas recogen el lodo de los fondos. Un canal conduce el agua desde allí al estanque. Según el agua esté a mayor o menor altura en el pozo, se alarga o reduce la escala.
Olivia Stone, Tenerife y sus seis satélites (1887)
Traducción de Juan Amador Bedford