Viaje a Gran Canaria
Lyell y sus acompañantes, incluyendo a Georg Hartung, se embarcaron el 17 de febrero en el vapor británico Severn rumbo a Tenerife. Pasaron los primeros días en la isla confinados en el Lazareto, cuarentena habitual a que se sometía a los viajeros cuando había epidemias de cólera en las zonas de procedencia del navío. A continuación Lyell y Hartung se trasladaron a Gran Canaria, mientras que el resto de la expedición se instaló en el Puerto de La Orotava, actualmente Puerto de la Cruz. En Las Palmas, donde había ya un incipiente turismo de las clases acomodadas europeas, se alojaron en la Fonda Inglesa / English Inn. El cónsul inglés los puso en contacto con Pedro Maffiotte, un ingeniero tinerfeño interesado por la geología, que estaba dirigiendo las obras de construcción de la carretera que uniría el casco histórico de Las Palmas con el futuro Puerto de la Luz.
La isla les pareció, ya a primera vista, distinta de Madeira, pues mostraba claros signos de levantamiento. Una estrecha planicie costera circundaba buena parte del litoral, que en la zona cercana a Las Palmas llegaba hasta unos antiguos acantilados de 300 pies de alto, en los que se distinguían estratos de toba, lava y conglomerado con fósiles marinos. Recogieron diversas especies de conchas fósiles, que determinaban que era una formación del Mioceno superior. Al norte de la ciudad encontraron también una playa elevada a 25 pies de altura. Con la ayuda de Pedro Maffiotte, que había dado instrucciones a los obreros para que recogieran las conchas fósiles que aparecían en las obras del istmo de La Isleta, consiguieron ejemplares de más de cincuenta especies, la mayoría aún existentes en el litoral isleño, pero otras propias ya sólo del Mediterráneo o de la costa de África. Lyell llegó a la conclusión de que la actividad volcánica había comenzado en el Mioceno superior y se había extendido hasta después del Plioceno.
Tras visitar la caldera de Bandama, Lyell y Hartung, guiados por Maffiotte emprendieron una excursión de varios días por el sur de la isla. Cerca de Telde ascendieron por Valsequillo hasta una meseta formada por estratos de toba amarilla y basalto oscuro. Más al sur descendieron hacia la llanura costera de vegetación semiárida, donde admiraron grandes euforbias. Desde Maspalomas subieron el barranco de Fataga, entre acantilados de basaltos columnares de varios cientos de pies de altura. Desde la cabecera del barranco cabalgaron a través de pinares hasta el barranco de Tirajana y continuaron subiendo por el valle de Las Calderas Altas. En lo alto de las lomas cubiertas de pinos sobresalían diques volcánicos masivos. Desde Tejeda bajaron la vertiente norte hacia la vega de San Mateo y regresaron a Las Palmas.
La impresión inicial de Lyell sobre las montañas centrales de Gran Canaria fue que constituían una masa de levantamiento, pero no se hallaba seguro de dónde había estado el principal centro de erupción. Le había sorprendido la abundancia de conos volcánicos, muchos con sus cráteres intactos. La siguiente excursión fue también al centro de la isla, pero subiendo por Teror y cruzando por las cumbres hacia Artenara, desde donde volvieron hacia Tejeda para regresar a Las Palmas. Comprobaron que en Gran Canaria, al igual que en Madeira, los estratos de lava de las altas montañas centrales eran casi horizontales.