Viajeros del siglo XIX en Canarias

Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia

Siroco

Bentaiga, Gran Canaria Bentaiga, Gran Canaria El viento más dañino es el del sureste (el levante) que, soplando desde el desierto del Sahara, visita las Islas varias veces cada año, normalmente en la época del harmatán, pero, por suerte, rara vez dura más de 3 o 4 días. Cuanto más altas están las localidades donde bate este viento más calor se siente. Ya es bastante caluroso en las comarcas costeras, pero en la falda de los montes su calor seco resulta casi insoportable, pudiéndose comparar muy bien con el que sale de un horno encendido. A todo el que se expone a este calor se le resquebraja y descama la piel, se le enrojecen y duelen los ojos, se le pega la lengua al paladar y lo pone al límite de la desesperación una sed abrasadora, difícil de apagar en una comarca donde suele faltar el agua. La velocidad y la fuerza de este viento son tan extraordinarias que, a menudo, arroja al suelo a jinetes y cabalgaduras. En vano buscan las cabras, que pastan sueltas, un refugio en las grietas de los riscos, manteniendo sus hocicos pegados a la roca para poder respirar.

Se agosta la hierba, se esconden los pájaros, la región se convierte en un desierto y sólo se oye el ronco silbar del viento. El aire es turbio y sin luz y, aunque no hay niebla ni nubes que cubran el horizonte, apenas se pueden distinguir las montañas a unas pocas millas de distancia. Los efectos de este viento son también temibles en las zonas bajas, si bien el calor y la sequedad no son tan grandes, debido al vasto recorrido que ha tenido que realizar sobre la superficie del mar antes de alcanzar las Islas. Las matas de papas y de muchas otras plantas se secan. La madera de las casas y de los muelles estalla o se alabea y rezuma resina. Solo se puede respirar con dificultad y, a pesar del calor, únicamente un poco de sudor frío perla los poros. La relajación de los nervios es enorme e, incluso para los campesinos, el calor es tan intenso que, por ejemplo, en Lanzarote, tienen que suspender todo tipo de actividad. Sin embargo, como esta situación no dura mucho tiempo, la salud no suele resentirse con ella.

Francis Coleman Mac-Gregor, Las Islas Canarias (1831)

Traducción de José Juan Batista