Charles Lyell y Canarias

Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia

Diario - 11 de febrero de 1856

Notas de su carta a Thomas Vernon Wollaston del día anterior

Thomas Vernon Wollaston Thomas Vernon Wollaston ¿Si existe fósil en Caniçal la menor representación de H. Lowei y H. Bowditchiana en forma de H. Portosantana y H. punctulata deberíamos concluir entonces, en ausencia de variedades intermedias, que son verdaderas especies? Concedámosles el ser simplemente variedades permanentes, variaciones que se extinguieron después de haber subsistido épocas enteras, ligadas a ciertas condiciones predominantes que luego cesaron.

La desaparición de estas extendidas conchas parece cierta. Las conchas terrestres del loess de Natchez se aproximan a las de las llanuras del Missisipi tanto como las conchas de Caniçal y Porto Santo a los moluscos que habitan en Madeira actualmente. Aunque las conchas de Natchez son 100.000 años más antiguas como mínimo y fueron contemporáneas del megaterio y el megalonyx. Así que las conchas Grays Thurrock del valle del Támesis no se hallan más separadas de la fauna británica viva (las conchas terrestres quizá no tanto) que las de Caniçal de las conchas terrestres actuales de Madeira. Pero los estratos de Grays contienen rinocerontes, hipopótamos, elefantes, además del macaco del Plioceno.

Si aceptamos la estimación de Heer, un cuarto de las plantas del estrato foliar fósil de San Jorge subsisten vivas en Madeira. Para reducir la isla al tamaño que tenía cuando aquellas hojas estaban verdes deberíamos eliminar 1100 o 1200 pies de lava de San Jorge y quizá 2500 de algunas partes de la región central. Incluso así la isla puede haber sido tan extensa como siempre, por no hablar de que los movimientos locales del nivel del fondo del Atlántico entero, en relación al océano, pueden haber sido muy diferentes. Pero la flora de San Jorge parece probar claramente que Madeira estaba entonces como ahora cubierta de laureles, mirtos, brezos, helechos y otras plantas propias de una isla atlántica y no del continente.

No se han encontrado conchas terrestres en las antiguas tobas de San Jorge. La lista de 13 especies del sur de Europa enviadas (por Wollaston), sin que ninguna de ellas haya sido encontrada fósil todavía en Caniçal y Porto Santo, parece implicar que todas ellas se han introducido en tiempos modernos, a menos, quizá, que H. pisana sea una excepción y la Balea perversa encontrada en lo alto del Pico de Facho y a (?) pies de altitud en Porto Santo.

Se seguiría de ello que al trazar hacia atrás la historia de la fauna de Madeira las señales de una conexión con el continente se vuelven menos fuertes (aunque Helix lapicida, no viva actualmente, existe fósil en …). También el hecho de que de los 42 fósiles específicos de Porto Santo y los 32 de Madeira sólo haya 4 en común implica su separación. El primer paso, por tanto, en nuestro camino retrospectivo, nos lleva a inferir una completa insularidad. El siguiente paso, a los estratos de San Jorge, que probablemente comprenden un periodo muchas veces mayor que el largo intervalo que separa Caniçal de nuestra época, e implica asimismo una isla.

También las calizas marinas de San Vicente y Baxio, con sus guijarros de playa bien redondeados, implican la vecindad de tierra formada por rocas volcánicas y los estratos de Las Palmas en Gran Canaria prueban que se formó un depósito litoral en las orillas de una tierra preexistente formada por rocas volcánicas. Gran Canaria y Madeira, por tanto, eran aparentemente islas atlánticas en el Mioceno, al igual que en el Plioceno de San Jorge.

Colinas de Porto Santo (a) y costa (b), en Bodwich, 1823 Colinas de Porto Santo (a) y costa (b), en Bodwich, 1823

¿Cuándo hubo, por tanto, algún tipo de comunicación terrestre entre las islas o con el continente? ¿Es indispensable para explicar la inmigración de los insectos, plantas y conchas comunes a las distintas islas y el continente? Tal vez sería suficiente, en vez de una comunicación terrestre continua, imaginar meramente movimientos tales en el fondo del océano Atlántico como para causar, en ciertos períodos del pasado, una gran proyección de promontorios desde el sur de Europa hacia el oeste y el sudoeste y los depósitos secos de numerosos bancos de arena entre los actuales archipiélagos de las Azores, las Canarias, las Salvajes y Madeira. El carácter insular de la fauna y la flora de cada isla en diversos períodos del pasado, la no hibridación de las especies peculiares de cada una, todo ello quedaría explicado por esa hipótesis. Ciertas especies aladas pueden, en el transcurso de las épocas, como la Sphinx stellarum y otras, ser transportadas por el viento.

El Dr. Hooker hace notar que puesto que la destrucción de los bosques en Santa Helena puede haber exterminado rápidamente algunas conchas terrestres, muchas pueden haber perecido por la misma causa en Madeira. Puedo añadir aún más, que la inmigración con el hombre de 13 especies de conchas terrestres y de innumerables plantas cultivadas, algunas de ellas no integradas, o relativamente integradas, como comida de las especies nativas, pero adaptadas a las recién llegadas, puede haber causado una gran devastación de las especies aborígenes.  También el clima se ha visto alterado localmente y es menos húmedo. Los ríos han disminuido de tamaño, como el Socorridos. Además tenemos las flores ornamentales de jardín y las numerosas semillas de aquellas especies que supuestamente han llegado por su cuenta a Funchal.

Puesto que el conjunto de especies es limitado, en islas pequeñas como Madeira, Porto Santo y las Desiertas, la influencia de los nuevos animales y plantas como causas de exterminio es grande y rápida proporcionalmente. Por tanto, los efectos combinados del clima y de los cambios en la flora, la fauna, el hombre mismo y el ganado son tan enormes que pocos siglos bastarían para producir en Madeira alteraciones tan grandes como la misma cantidad de milenios en Europa. Tenemos, en primer lugar, la pérdida de plantas nativas apropiadas para ciertas hélices como alimento o sombra; en segundo lugar, la incursión de especies externas apropiadas como alimento para las babosas y caracoles recién importados; y en tercer lugar, la pérdida de humedad y el cambio climático.

Por estas y otras razones no debemos aplicar la ratio deducida de los estratos del Támesis y el Mississipi en el Pleistoceno a la tasa de cambio que puede haber ocurrido en Madeira y Porto Santo, aunque la pérdida de tierra parezca haber sido tan grande, desde que se formaron las dunas de arena de ambas islas, que no duco de que el lapso de tiempo tiene que haber sido muy vasto. Le mostramos los líquenes fósiles de Porto Santo al Dr. Hooker, quien piensa que pueden ser especímenes de Cenomyce.